El viernes 17 salgo hacia Sangenjo, casi al final de la ría. El agua está como un plato, no llega la ola del Atlántico, y el poco viento permite navegar a vela. Al pasar por delante de Sangenjo se ve una playa muy tentadora, la ola de calor ha llegado y aquí se está muy fresquito. Así que me acerco y echo el ancla. Las siguientes fotos son del puerto y la playa:
Se está muy bien, y decido pasar la noche aquí y dejar la entrada en Vilanova para el día siguiente. Estas vistas son al anochecer,
Al día siguiente hago las pocas millas que hay hasta Vilanova, la parte final siguiendo la calle central de los campos de bateas. Arrío las velas, preparo los cabos y defensas, llamo por radio y no contesta nadie. Me voy acercando a la bocana, sigo llamando con el equipo principal y con el walkie, y nada... Como no hay viento me decido a entrar y amarrar en donde pueda. La marina resulta ser pequeña, ocupada por motoras y veleros pequeños, pero justo al lado de la bocana hay un amplio amarre libre, voy y atraco. Busco al marinero y me dice que había estado en el varadero y el ruido de la grúa le habría impedido oírme, pero que la plaza que he ocupado está libre, no hay problema.
Al caer la tarde y el sol de justicia que está haciendo voy a buscar el supermercado. Sorpresa, lo que ves al llegar al puerto es un frente de edificios altos y despersonalizados, pero lo que hay detrás,..., es un bonito pueblo con muchas casas antiguas y nuevas con pocas alturas, que no son agresivas ni desentonan con las casas de piedra:
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También hay un estero, que parece un lago (en realidad es el mar, y casi queda en seco con la marea baja):
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